Por Felipe De la Parra Vial
Una de las grandes herencias de la fundación del Teatro Experimental de la Universidad de Chile -hace ya 84 años- fue sentar una regla fundamental: la creencia de lo que sucedía arriba del escenario fuera cierto, real.
Esta inmersión, desde la butaca al sentimiento y a la emoción, marcó a la humanidad en el amor al teatro. La reflexión, la catarsis descubierta hace miles de años por los griegos, que cantaron, bailaron e hicieron del drama, la vida, trazaron el acimut de las artes escénicas y a la maestría en general, del teatro nacional chileno.
Desde ese entonces, esta regla principal, -la excelencia- determina cuando una obra de teatro nos convence en la comedia, en el drama o, en la ternura encontrada.
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