noviembre 23, 2024

Sentido de la literatura

Existe un cuento maravilloso de Isaac Babel que ningún escritor debiera ignorar, lleva por título “El despertar” y cuenta la historia de un niño judío de Odessa (la Odessa Rusa), ciudad que durante varios decenios suministra genios musicales y prodigios al mundo: Misha Elman, Zimbalist, Yasha Haifetz…Al cumplir los cuatro o cinco años, las madres llevaban a sus hijos al Sr. Zagurski quien “fabricaba” estos prodigios, quien daba las primera orientación, después eran enviados al profesor Auer en Petersburgo. Llegaban a ser virtuosos de fama. Más nuestro héroe, rebasa ya con 14 años la edad de los prodigios y con él no hay caso; Zagurski cuenta, perdía el tiempo conmigo, los sonidos de mi violín sonaban como limaduras de hierro. Un día en vez de llegar al estudio de música mejor se desvía y aparece en el puerto, las tres horas de clases pasaron volando. Era el comienzo de la emancipación. Pero a diferencia de los otros muchachos que buceaban debajo de las chalanas, robaban cocos y sandías, a él no lo sujetaba el agua, el arte de nadar no se le compadecía, hasta que un día, Efim Nikítich Smólich, corrector de pruebas, genio de aquellas aguas, que jugaba con los muchachos, los hacía hacer gimnasia y nadar, y tendidos al sol les contaba historias de pescadores y animales, y los niños morían de la risa. Un día este Efim Nikítich comprendió que este niño jamás aprendería a nadar, y lo incorporó al grupo de moradores de su corazón.

No te apresures, le dijo, fortalece tus nervios, el nadar llegará. No puede ser que no te sostenga el agua. En confianza el pequeño le entrega lo que ha escrito, Ya me imaginaba que escribías, le replica.

“Leyó mis escritos, movió un hombro, pasó la mano por su pelo crespo y canoso y paseó por la buhardilla…” Cabe pensar, le dijo, que tienes madera…

Salen a la calle, el viejo se detiene y descarga con fuerza el bastón sobre la acera y lo mira fijamente:

  • ¿Qué es lo que falta? – Interroga – La juventud es lo de menos, eso se remedia con los años…Te falta sentido de la naturaleza.
  • ¿Qué árbol es ese? – y señala un tronco rojizo y de copa baja.

No lo sabía.

  • ¿Qué crece en esa mata?

Tampoco lo sabía. Pasaba un pájaro.

  • ¿Qué pájaro canta?

No lograba responder a ninguna de sus preguntas.

  • ¿Y te atreves a escribir?…Tus paisajes parecen una descripción de decorados.

De regreso en casa no prueba comida. Se le atragantaba. “El sentido de la naturaleza…”

Así como en este cuento extraordinario y los que lo acompañan en “Cuentos de Odessa” , también en Dylan Thomas encontramos otras joyas como “Los melocotones” en “Retrato del artista cachorro” donde “el sentido de la naturaleza” nos muestra con toda su fuerza lo que es la literatura, ese intangible lleno de significados, de metáforas, de silenciosa música que se cuela en el espíritu y emociona.

Cuando en el poema “Buenos Aires” Borges dice “aquí mis pasos, urden su incalculable laberinto”, este sólo verso es para detenerse horas, degustarlo largamente, traerlo a nuestra vida, pensar en ese ir y venir cotidiano, las compras, la farmacia, la micro, frente a esa vitrina, ese caminar que día a día se repite, “los comunes casos. De toda suerte humana”, todo el sentido o el sinsentido de aquel deambular, que del cotidiano nos hace saltar a la metafísica, al sentido mismo de la vida, ese incalculable laberinto, en que la belleza del verso conmociona con su carga de significados, su espectro de significados, que quedan reverberando en la cabeza.

Y esto es la literatura, esta búsqueda de aquello, de ese intangible, esa invención de esas palabras llenas de significados y sentidos, de llegar allí de manera eficaz y simple, en como decirlo, la urdimbre, la trama, el entorno, esta relojería que, Borges de nuevo, dice “Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte que entreteje naderías”.

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