Por Manuel Romo Sánchez
Fuente: https://www.crecersindios.com/2025/09/recuerdo-nuestra-luz-herida-su.html
Deseo agradecer, en primer lugar, que el QH Gonzalo Villar Bordones me haya designado como uno de los presentadores de una de sus últimas joyas poéticas, cuyo solo título, “Recuerdo. Nuestra luz herida”, convierte a la obra en un documento docente, cargado de simbolismo iniciático.
La Masonería ha estado tradicionalmente asociada a la belleza y a las artes. El propio libro de las Constituciones, de 1723, dedica varias páginas a los himnos que se cantaban en las distintas ceremonias y en los ágapes. Más aún, la historia de la Masonería europea aporta nombres de excelsos poetas que formaron parte de las columnas logiales, atraídos por los altos principios masónicos y por el clima de fraternidad en que se desarrollaban nuestras actividades.
Las Logias chilenas también atrajeron a poetas, como el joven y aguerrido Guillermo Blest Gana, quien, junto con cantarle al amor y a la belleza, en 1858 organizaba movimientos revolucionarios en Valparaíso para deponer el despotismo de gobiernos autoritarios.
Terminado el primer cuarto del siglo XX, llegó a nuestras Logias en Santiago, vistiendo paramentos masónicos, el poeta Vicente Huidobro, quien había sido iniciado y recibido sus grados de manos del QH Oswald Wirth. Huidobro, como sabemos, creaba mundos, amaba en grado superlativo y soñaba con cambios políticos que permitieran que los jóvenes dirigieran al país.
Que la Masonería atrajese al QH Gonzalo Villar Bordones, por lo tanto, constituye un hecho natural.
Hoy estamos ante un libro conmovedor, no solo por la evocación de tanto sufrimiento, sino por la belleza con que fue escrito en medio de la tragedia en la que necesariamente debió sumergirse el poeta para sintonizar con ese nivel inhumano de violencia; con ese derramamiento de la sangre de hermanos que, al igual que nosotros, amaban a sus semejantes y soñaban con paraísos.
Un poeta es como un arpa recién afinada, cuyas cuerdas reaccionan al contacto del viento, al roce del pensamiento, al latir del corazón conmocionado. Imagino, entonces, cuántas horas de dolor experimentó Gonzalo, cuántas lágrimas derramó en silencio, mientras intentaba poner en palabras las emociones que le destrozaban el alma al evocar aquellos años de violencia. Sin embargo, su voz de poeta y de iniciado transmuta la oscuridad de ese espanto y la vuelve armonías luminosas, tan luminosas como los proyectos de vida que fueron tronchados por la injusticia, por las torturas, el corvo, los yataganes y las balas.
Debo agregar que la obra del QH Gonzalo Villar no solo contribuye a poner tonalidades de belleza al sacrificio de tantas almas, sino que, también, para permitirle rayos de sol a la esperanza, pone al pie de cada poema, al pie de cada tragedia, a modo de corolario, el resumen de la indagación judicial sobre cada caso y las sentencias que aún cumplen muchos de los torturadores y criminales que asolaban a Chile en esos días invernales para la patria.
Se constituye, de esta manera, el libro del QH Gonzalo Villar en un documento histórico que inmortaliza los nombres de los iniciados en los sublimes misterios de la Luz, para que sean grabados en el panteón de los inmortales que soñaron con acacias, mirtos y laureles.
Solo me resta felicitar a mi hermano poeta y culminar mi intervención con una sola palabra: Recuerdo.
Muchas gracias.
Manuel Romo Sánchez
Santiago, 1° de septiembre de 2025