Por Edgardo Hidalgo Callejas
En el puerto de Caldera existe un cementerio, como en todos los lugares de Chile; pero este tiene un espacio para los masones: es el primer cementerio laico que existió en Chile. Fue inaugurado en 1875, años antes que el presidente Domingo Santa María legalizara el registro civil que obligaba a todos los ciudadanos a inscribir los nacimientos, los matrimonios y las defunciones en un registro nacional obligatorio, modificando la costumbre que era tradición “inscribir en las Iglesias”.
La creación de los cementerios estatales que permitían sepultar a toda persona sin restricciones de religión fue un hito en la historia de la república.
Caldera debe ser reconocido por los masones como una fuente de esperanza real en la difusión de las
ideas y tolerancia al libre pensamiento:
lo dice la historia.
Foto de una sepultura con la columna masónica quebrada.
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