Por Manuel Romo Sánchez
Deseo agradecer, en primer lugar, que el QH Gonzalo Villar Bordones me haya designado como uno de los presentadores de una de sus últimas joyas poéticas, cuyo solo título, “Recuerdo. Nuestra luz herida”, convierte a la obra en un documento docente, cargado de simbolismo iniciático.
La Masonería ha estado tradicionalmente asociada a la belleza y a las artes. El propio libro de las Constituciones, de 1723, dedica varias páginas a los himnos que se cantaban en las distintas ceremonias y en los ágapes. Más aún, la historia de la Masonería europea aporta nombres de excelsos poetas que formaron parte de las columnas logiales, atraídos por los altos principios masónicos y por el clima de fraternidad en que se desarrollaban nuestras actividades.
Las Logias chilenas también atrajeron a poetas, como el joven y aguerrido Guillermo Blest Gana, quien, junto con cantarle al amor y a la belleza, en 1858 organizaba movimientos revolucionarios en Valparaíso para deponer el despotismo de gobiernos autoritarios.