Por Plumita Rota*
Enfrentarse a un libro que presume de 920 páginas en formato digital no es fácil bajo mi criterio, ya que soy una de esas “nostálgicas” que le gusta tocar el papel y oler la tinta… de esas frikies que sé que, por aquí, hay bastantes.
Digo que “presume” ya que me surge una especie de envidia de esas verdes pero sanas, pensar en esa persona capaz de crear tal contenido. Que enlaza historia e historias de conocidos y otros no tan conocidos personajes que despiertan tanto la luz como las sombras en muchos de nosotros.
Me pregunté a mí misma ¿qué es lo que sé de música? Y me di cuenta rápidamente que no mucho. Sin embargo, puedo decir que la música me gusta, la celebro, la vivo, pero a la vez estoy consciente de que es más que un disfrute estético y placentero. Hay algo más… algo que incluso, a veces duele.
Antes de comentar este libro, quisiera explicar lo que no es. No es una biografía, no es un compendio, no es una novela histórica ni un ensayo ni un poemario ni una fantasía. Al decir verdad es difícil clasificar en algún género literario, ya que es todo a la vez. El narrador está presente en primera persona como protagonista, testigo, o en soliloquios internos mezclados incluso en una tercera persona omnisciente; conocedor de detalles jugosos y algunos secretillos que probablemente los aludidos hubiesen querido dejar bajo la alfombra. En resumen, este libro es un desafío lleno de confesiones propias del autor y de sus protagonistas, es una declaración de amor, un acto de rebeldía, una amena tertulia, un goce para el alma. Aquí la música es ese hilo que Ariadna entrega al héroe para que no olvide el camino de regreso, ese camino que cada uno de nosotros debe emprender, más que por voluntad propia, como un Deber, por el solo hecho de “presumir” de ser un Ser Humano.
En este libro hay muchas pistas, referencias a la tradición y todo lo que conlleva el misterio del nacimiento de la música a través de miles de años. Del cómo percibieron la música los personajes y protagonistas de estas páginas, que, en definitiva, fueron despojados yo diría voluntariamente de sus mayores secretos, que en muchos casos quedan sutilmente explícitos y en otros, se deja sembrado el terreno obligando al lector a buscar más información, es decir, despierta la curiosidad, que es para mí, el máximo objetivo en una lectura.
Compositores, intérpretes, cantautores, músicos todos y además en su mayoría masones. Mozart es el Virgilio, quien acompaña al autor de esta obra en los recorridos no de su propio infierno, sino del de sus protagonistas: hombres y mujeres genios cada uno de ellos en su quehacer musical, pero por sobre todo humanos que con más o menos esfuerzo, recorren su mosaico tropezando, cayendo y levantándose tantas veces como les fuera posible.
Encontrarme con Josefine Baker, Francesca Caccini y con la inmensurable Hildegarda de Bingen. Todo admiro de ella; sus visiones, sus tratados y cartas, sus increíbles composiciones musicales. Sin embargo, este libro, me trajo una imagen que conmovió tremendamente mis sentidos: la simplicidad que significaría estar sentada frente a ella tomando una taza de café y compartiendo recetas de postres, conversando de la vida cotidiana mirando por una ventana sintiendo una eternidad en unos minutos… simplemente, sublime.
Cómo no sentir cosas con el Nessun Dorma de la obra “Turandot” de Puccini, a mí, esa aria me desarma por completo. Como no querer ser soprano escuchando a la reina de la noche de “La flauta mágica” de Mozart y dar con esas notas altas imposibles… pero todo puede pasar en nuestra imaginación, para eso fuimos bendecidos con ella. Nuestro cerebro no distingue entre imaginación y realidad, hay un fina pero firme línea que la separa. Es allí, que nos topamos con la abstracción, que entre otras cosas permite que pensemos en nuestra propia existencia, lo que prácticamente nos hace, Ser humanos.
Leer que Lady Gaga y Ed Sheeran por ejemplo son músicos sinestésicos, quizás es un dato sin sentido para muchos. Yo diría que es grandioso saber de estas personas que viven con esta especie de “super poder”, esa habilidad para la percepción multisensorial ¿Se imaginan poder ver la música? Así le pasó al pintor W. Kandinsky escuchando un concierto de Richard Wagner. Él pudo ver el sonido en su interior, las vibraciones, las armonías que se transformaron en líneas y colores. Gracias a esta experiencia, nació el Kandinsky que más conocemos, así nació la pintura abstracta y en 1912 escribió su libro” De lo espiritual en el arte”.
Los códigos, los sonidos, los silencios, las entrelíneas de estas páginas que prometen luz, que prometen arte, que prometen verdad y belleza. Para mí está clarísimo, el arte es espiritual, el arte nace sagrado. Pero para defender esa hipótesis requeriría muchas más páginas y horas por lo que me voy a limitar solo al sonido, a “la música que despierta nuestra luz”, como dice el título del libro de Gonzalo Villar Bordones. Sería maravilloso que todos estuviéramos conscientes de nuestro sentido de interecepción y propiocepción, integraríamos de mejor manera todos nuestros sentidos, y nos facilitaría un montón el estar en el mundo. Pongamos atención por unos segundos a nuestro corazón, si nos quedamos quietos y en silencio, seremos capaces de escucharlo e incluso sentir los latidos… Ese sonido es nuestra génesis, con ese sonido comienza nuestra existencia, ese sonido es, nuestra primera música.
Para terminar, quisiera compartir con uds mi última reflexión a propósito del corazón, y es sobre el amor, que personalmente lo percibo como pegamento del cosmos. El amor como la relación , el enlace , la union entre la creación y la destrucción. La danza cósmica del universo. Sin este vínculo , sin este amor rítmico, musical no habría creación, es eso que a veces cuando cierro los ojos para poder ver con mi mente, creo poder tocar con la punta de los dedos pero siempre hay algo que se me escapa, que se resbala y eso inalcanzable me duele, pero a la vez me incentiva y motiva a seguirlo. La Música es el resultado del movimiento , es el efecto que podemos percibir con nuestros sentidos. Es la compañera inseparable de los dioses, es testigo de nuestra propia existencia. Un ir y venir sin cesar que en algún momento también llegará a su fin , ¿o no? No lo sabremos , no nos alcanza nuestra naturaleza física para asegurarnos de ello. Pero mientras tanto, y para nuestro “siempre” la música nos acompañará en este pequeño tránsito , dejemos que la música acompañe nuestras vidas, cada nota , cada silencio vibre en nosotros para que así podamos vibrar, con el universo entero.
* Seudónimo de Blanca Carrasco V. Diplomada en Historia del Arte UAI y Diplomada en Pensamiento y Culturas Asiáticas PUC. Creadora de Kimono Garden spa y miembro de Letras Laicas.

